Encontrado en la web. Artículo extraído del apabullante y bien fundamentado libro de Antonio Carrera: Los falsos manejos de los Testigos de Jehová.
HISTORIA DE LOS TESTIGOS DE JEHOVA A TRAVÉS DE SUS PRESIDENTES
1° El «pastor» Russell
La corta existencia de los Testigos comienza hacia 1870, cuando Carlos Taze Russell dice haber hallado la verdad de que la segunda venida de Cristo era inminente sobre esta tierra, para demostrar lo cual publica un folleto.
Entre los profetas falsos que se levantaron en el siglo pasado anunciando la segunda venida del Señor, estuvo un tal N. H. Barbour, de Nueva York. Este afirmaba que Cristo ya había venido, pero de modo invisible o espiritualmente, en 1874:
Russell aceptó las ideas de este señor Barbour y se asoció con él y su grupo en 1876. Russell puso el dinero y juntos publicaron un libro y una revista. Posteriormente hubo discrepancias y vino la ruptura, con el buen resultado final de que la mayoría se fue con Russell, que era joven, emprendedor, inteligente y que, para colmo, tenía mucho dinero, ya que poco antes había vendido el negocio que poseía de telas con lo que recaudó más de un cuarto de millón de dólares —al cambio de hoy serían unos quince millones de pesetas— cifra verdaderamente considerable para aquella época.
Después de esto -1878—, Russell inició la publicación de una revista con sus ideas, anunciando que Cristo ya había venido el año 1874. Su padre, de Russell, fue socio íntimo con su hijo en los negocios de la Sociedad Watch Tower por veinte años, aunque no se sabe que fuera creyente como su hijo.
No cabe duda que tanto el padre de Russell como él mismo fueron hábiles en los negocios de telas. Pienso que también ahora lo serían en el de libros y revistas. Según «Los Testigos», pág., 44, Russell «no sólo era un hombre denodado, sino también bastante listo.
Así, con denuedo, se lanzó a escribir folletos y más folletos, revistas y libros, con el anuncio del fin del mundo. Como el negocio funcionaba bien, «pronto se puso de manifiesto que hacía falta organizar una sociedad definitiva para guiar y dirigir la obra de publicación que continuaba en crecimiento.» («Capacitados», pág. 303/4). Como vemos, no organizó un grupo religioso, sino una sociedad para publicar y vender libros. Russell fue incansable, tanto en escribir como cuando se trataba de hablar o viajar para adelantar en su negocio. El libro «Capacitados», pág. 311/5, dice: «…antes de morir Russell, en 1916, viajó más de un millón de millas y pronunció más de 30.000 sermones, además de escribir una cantidad superior a 50.000 páginas de libros. Para ese tiempo las publicaciones de la Sociedad ya salían en quince idiomas.»
Russell no sólo poseía 47.000 acciones de las 50.000 que tenía la Sociedad Watch Tower en 1912 con las que conservaba en sus manos la dirección de la misma, sino que también poseía dos compañías gestoras fundadas por él, la «United States Investment Company» y la «United Cementeries Company», las cuales eran administradas por la Sociedad de los Testigos. Por este medio poseía gran número de propiedades mobiliarias e inmobiliarias, pero poco conocido por el público.» («Los Testigos», pág. 21, por G. Herbert).
En 1909, Russell traslada la central de la Torre a Brooklyn, N. Y., y desde entonces ha ido comprando más y más propiedad, teniendo en la actualidad la friolera de siete manzanas de ciudad de gran valor. Para ese tiempo, 1909, el Imperio de la Torre se extendía a otros países para vender los libros que Russell producía de modo incansable.
Después de mucho escribir anunciando que el mundo terminaba en 1914, vivió dos años más para comprobar su fracaso como profeta, ya que murió el 31 de octubre de 1916.
Y voy a terminar con el «pastor Russell», ya que sólo deseo relacionar lo que tenga algún contacto con la Sociedad y su Imperio. No me interesa en modo alguno inmiscuirme en su vida privada ni descubrir sus debilidades que, como todo ser humano, tuvo. La vida privada de todo mi prójimo siempre me ha producido un profundo respeto. He leído mucho sobre este hombre y en todos los autores he observado, con tristeza, la fruición con que relatan ciertos episodios de la vida de este hombre, anécdotas cuya finalidad no comprendo en obras escritas «exprofeso» para atacar a los Testigos de Jehová. Una cosa es el fundador y otra muy distinta es su obra. La historia nos da muy sabias lecciones al respecto. Por otra parte, siempre tengo presentes las palabras de Jesús: «El que de vosotros esté sin pecado, arroje la primera piedra contra ella». Quizá los autores a los que me refiero sean hombres sin pecado… yo, no lo soy…
2°. El «juez» Rutherford
José Franklin Rutherford fue el sucesor de Russell como segundo presidente de la Sociedad Watch Tower. En enero de 1917 ascendió a la presidencia.
Los 150.000 votos para la elección se compraban a la Sociedad al precio de diez dólares, por lo cual la Torre percibió la nada desdeñable cifra de un millón y medio de dólares, algo así como 90.000.000 de pesetas.
El sistema, como bien se ve, tiene muy poco de espiritual y cristiano, y sí mucho de materialista y mundano. Este método de votar con dólares continuó hasta 1944, dos años después de votar para el tercer presidente Knorr.
A través de toda la historia de la Sociedad, lo único que priva son los dólares, la producción, las ventas, etc., y todo ello dirigido, creo yo, por «espíritu tanto».
Rutherfod, desde el momento de ser nombrado presidente, no por Espíritu Santo, sino como ya dije, por «espíritu santo», por dólares, se propuso cambiar todo el sistema de organización establecido por su predecesor.
En tiempo de Russell, aunque poco, todavía se veía algo de cristianismo dentro de la organización de la Torre. Celebraban la Navidad, adoraban la Cruz, daban honra a Cristo, y cada iglesia o congregación era autónoma para elegir sus pastores o diáconos, etc., etc. Rutherford veía que su puesto de presidente no estaba muy seguro porque no gozaba de las simpatías que tuvo Russell. Este era amable en su trato con los fieles, por lo que era muy querido y tenido en ‘tal estima por sus seguidores que no dudaron en calificarle «el esclavo fiel y discreto», de Mateo 24:45 y de tenerle por el escribano de Ezequiel 9, y de ser el único conducto de comunicación para recibir la luz de Dios.
Rutherford, según sus propios seguidores —«Atalaya» 1955/686 y «Los Testigos de J. en el Propósito divino», pág. 70— era de carácter fuerte, dictador, intransigente, totalitario… «Los Testigos de J. en el propósito divino», pág. 58/4, dice que «Rutherford era de mente jurídica y bastante astuto.» Por eso, temiendo que los seguidores de Russell, con el tiempo, no aceptarían su autoridad, y por lo tanto sería rechazado, se propuso eliminar o borrar todo aquello que estuviese relacionado con su antecesor. Empezó por reorganizar la oficina, lanzar al mercado otra nueva revista y empezar a quitar la autoridad a los ancianos o diáconos que dirigían las congregaciones o iglesias, y nombrar desde la central de Brooklyn un director que, de forma paulatina, se haría cargo de toda la dirección.
Poco después eliminó el sistema de votación dentro de las congregaciones para elegir al anciano o diácono y uno instruido en las nuevas ideas del «juez» ocupaba su puesto. Esta medida originó muchas disensiones y deserciones dentro de las iglesias. Cuenta Schnell, que fue Testigo por treinta años, que él fue enviado a una congregación para suplantar el puesto al anciano que lo dirigía aferrado a las ideas de Russell. Según el citado autor, de 175 miembros se fueron todos, menos ocho que le siguieron. Añade que fueron suficientes para comenzar de nuevo con las ideas de Rutherford.
Sabemos, también, que para borrar toda memoria de Russell se hicieron desaparecer todos los libros escritos por el mismo, libros que habían sido la luz provista por Dios para dar a conocer la verdad. En su lugar, otros nuevos libros, con doctrinas e ideas cambiadas fueron escritos por Rutherford.
Ahora que todas las congregaciones dependen de la central de Brooklyn y que nadie puede «mover un dedo» sin la aprobación previa de la misma, Rutherford quiere hacer creer que esta purga ha sido efectuada con la aprobación y bendición de Dios y, por supuesto, en cumplimiento de profecía bíblica. Establece la teocracia —yo más bien diría «dedocracia», ya que todo se nombra «a dedo»— o un sistema totalitario. Aunque hace creer que no se debe seguir a hombres y que la Sociedad está dirigida por la teocracia o gobierno de Dios y que la misma es el instrumento usado por Dios y no un individuo en particular, como Russell. Todo su esfuerzo se encaminó a borrar del escenario el russellismo.
Los ataques contra el clero y contra la política le acarrearon muchos problemas, tanto a él como a todos los Testigos, por todo el mundo. Promovió la intolerancia y la desobediencia a las autoridades. Sus declaraciones eran del todo y en un todo ofensivas. Leamos algunas: «Los religiosos de la cristiandad son hipócritas por cuanto pretenden ser el pueblo de Dios y toman el nombre de Cristo y se dan el nombre de cristianos, pero por sus mismas palabras y curso de acción niegan que sirven a Dios y siguen a Cristo… Entonces la Iglesia Católica llegó a ser parte de la organización del Diablo. También la iglesia protestante, cuando cayó, juntó manos con la organización de Satanás aliándose con ella.» («Profecía», pág. 166, escrito por Rutherford).
También, aunque indirectamente, llaman tontos a los políticos, diciéndoles que se han dejado engañar por los clérigos. El mismo libro citado anteriormente, pág. 175 dice: «Satanás ha hecho de la cristiandad una parte de Babilonia, y por lo tanto el nombre de Babilonia aplica a la cristiandad por ser la organización satánica. por medio de los falsos religionistas de la organización satánica, los gobernantes comerciales y políticos de la tierra han sido inducidos a formar parte del inicuo sistema.»
Sin embargo, las palabras más duras las dirigió contra la Iglesia Católica: «El principal enemigo visible de Dios, y, por consiguiente, el enemigo público número uno, es la congregación religiosa católica romana…» («Enemis», págs. 286-287).
Los dibujos o caricaturas que contenían sus libros eran siempre ofensivas contra la religión o política. En el libro «Luz», págs. 11 y 65, aparece una prostituta que va tocada con una mitra —adornada con tiara— y con las llaves de San Pedro, cabalgando sobre la bestia de siete cabezas. En el libro «Preparación», pág. 153, dibujaron un grueso Papa, mofletudo, que está pisoteando la Biblia con sus pies. Igualmente, en el libro «Luz», págs. 1 y 129, aparecen un obispo, un capitalista y un jefe de Estado, extravagantes, que van guiados por el diablo.
En 1920 publicaron un número especial de la revista «The Golden Age» = «Despertad» y resultó tan ofensivo, que algunos Testigos rehusaron participar en su distribución. El libro «Los Testigos de J. en el Propósito divino>, pág. 94, dice: «En 1920, la Sociedad imprimió y distribuyó un número especial de «The Golden Age», que eran tan «ardiente» que algunos hermanos rehusaron participar en su distribución.» Pero el libro más ofensivo e insultante contra la religión y los Gobiernos fue, posiblemente, «The Finished Mistery», y debido a esto fue prohibido y los siete dirigentes de la Sociedad de la Torre en América fueron juzgados en 1916 y sentenciados a prisión, incluido el presidente y promotor de los «líos», Rutherford. («Los Testigos de J. en el Propósito divino», págs 77-85).
El que fue Testigo por 30 años, W. J. Schnell, piensa que el «juez» había organizado el «tinglado» con esa intención. Según él, Rutherford había escrito sus artículos contra la guerra para triunfar de sus adversarios gracias a su aureola de heroísmo que le valdría sus altercados con el Gobierno.
Esta opinión es muy probable sea cierta, por cuanto el mismo Rutherford, al ser conducido ante el tribunal, dijo: «Este es el día más feliz de mi vida.» («Los Testigos de J. en el propósito divino», pág. 82). Este encarcelamiento que sólo duró nueve meses, del 21 de junio de 1918 al 26 de marzo de 1919, sirvió para crear una aureola de héroes y mártires en torno a los encarcelados y, de modo especial, de Rutherford.
Aunque Rutherford y los suyos creían que la oposición contra ellos y el encarcelamiento eran en cumplimiento de la profecía y con la aprobación de Jehová, los hechos probaron que no confiaban en Dios para que les liberara a su debido tiempo. El libro «Los Testigos de J. en el propósito divino», pág. 87, dice: «El mes siguiente, ciertos periódicos iniciaron una campaña que se extendió a través de todo el país, demandando que se pusiera en libertad a Rutherford y sus asociados. Los Testigos también escribieron miles de cartas a redactores de periódicos y miembros del congreso, a senadores y gobernantes, instándoles a tomar acción a favor de los oficiales aprisionados de la Sociedad. Muchos de éstos se expresaron a favor de que se les pusiera en libertad, indicando que prestarían su ayuda.»
«El esfuerzo siguiente que se hizo a favor de estos hermanos fue la circulación, a través de todo el país, de una petición durante marzo de 1919. En un corto espacio de tiempo se obtuvieron 700.000 firmas… y constituyó la petición colectiva más grande efectuada hasta aquel tiempo… y aunque nunca fue presentada al Gobierno, fue un testimonio sobresaliente.»
Aquí vemos otra vez el truco: No fue necesaria la ayuda del Espíritu Santo de Dios, les bastó que operase el «espíritu tanto». Tantas firmas, tantas cartas y tantos periódicos, hicieron que el Gobierno actuase a favor de los Testigos, que bajo la fianza de 10.000 dólares cada uno, fueron liberados en marzo de 1919. Y como lo tenían bien estudiado, las tantas cartas y las tantas firmas y los tantos periódicos, les dieron una publicidad muy valiosa para reorganizarse y seguir adelante con «el cuento».
Desde el año 1918, Rutherford proclamó con libros, revistas, folletos y conferencias: «Millones que ahora viven no morirán jamás». («Los Testigos de J.» pág. 78 y también que para 1925 sería el fin y comenzaría el nuevo orden de cosas. Ya han transcurrido más de 56 años y los millones que el «juez» anunciaba que no morirían para el año 1925, resulta que sí han muerto, Rutherford incluido. Cuando llegó el año 1925 y nada sucedió, muchos miembros se desilusionaron, y dejaron a los Testigos y a sus falsos profetas. («Los Testigos de J. y la verdad», pág. 26, por E. B. Price).
Después de este fracaso, ya no volvió a señalar fechas, pero sí que el fin estaba cercano. Por eso en el libro «Hijos», págs. 151-312-313, aconsejaba a los jóvenes que esperasen a casarse después del fin cercano. Poco caso le han hecho, ya que los Testigos se casan, generalmente, muy jóvenes.
Y ya para borrar por completo la memoria de Russell o el nombre de rusellistas, en 1931, dijo que Dios le había comunicado el nuevo nombre que llevarían en adelante: TESTIGOS DE JEHOVA. Con este paso dio a entender su superioridad sobre Russell, ya que el propio Dios le escogió a él y no a Russell para tan alta misión.
Rutherford afirmaba que la Sociedad y no algún hombre era el conducto usado por Dios para dirigir a los Testigos, pero eso era puro «camelo», ya que él, Rutherford, era la Sociedad. Sólo él ordenaba, sólo él escribía los libros y folletos… él era, en realidad, el amo absoluto.
El 8 de enero de 1942, a la edad de 72 años y después de 25 años dirigiendo la Sociedad, murió. («Los Testigos de J. en el propósito divino», pág. 196).
3°. El «hermano» Knorr.
A la muerte de Rutherford no hubo que esperar casi diez semanas para elegir nuevo presidente de la Torre como sucedió a la muerte de Russell. Aunque hicieron oraciones pidiendo sabiduría para la elección, también en esta ocasión fueron los dólares los que decidieron. El sistema de pagar diez dólares por cada voto no fue eliminado hasta dos años más tarde, en 1944. Fue elegido por unanimidad el que hasta entonces era vicepresidente, Natán Homer Knorr. («Los Testigos de J. en el propósito divino», pág. 66).
Desde el momento en que se hizo cargo de la presidencia revolucionó toda la nomenclatura e infundió más vitalidad al movimiento jehovista. Emprendió un vasto programa de expansión de la central y las fábricas de impresión de América y de otros países («Capacitados», pág. 343). Revoluciona la técnica de la propaganda y venta de literatura fundando para ello escuelas de instrucción para misioneros que, posteriormente, son enviados como representantes de la Torre a casi todos los países del mundo. Organiza grandes asambleas por todo el mundo para conseguir publicidad. Hace aumentar el número de sucursales en muchos países y establece el arreglo de zonas, distritos y circuitos para, desde arriba, poder controlarlo todo.
Recordarán que Rutherford se esforzó en eliminar todo lo que tenía alguna conexión con Russell; pues bien, ahora, el nuevo presidente Knorr, hace lo mismo con Rutherford. De hecho, ya ha conseguido que desaparezca todo lo relacionado con su antecesor en el cargo. Al establecer cursos de oratoria y de entrenamiento de los Testigos para dialogar en las puertas, hizo desaparecer la voz de su predecesor, el cual, desde 1933, había utilizado el fonógrafo con muy buenos resultados. En ese tiempo, los Testigos iban por las casas para que oyeran las conferencias grabadas por Rutherford, utilizaban, hacia 1938, 19.676 fonógrafos y en ellos se podían escuchar 430.000 conferencias gravadas en 17 idiomas («Los Testigos», pág. 140). Así, para 1944, se dejó oír la voz de Rutherford y para que se oyeran otras voces, inauguró en 1945 una campaña mundial de discursos públicos con bosquejos preparados por la Watch Tower o por Knorr. Así se acalló una voz ya desfasada y molesta, por otras al día. («Atalaya» 1956/331).
El siguiente paso para borrar las ideas del «juez» fue lanzarse a escribir libros. Desde 1943, que salió el primero, ha producido un verdadero «diluvio» de ellos con los que ha inundado el mundo entero. Pero, ¿dónde están todos aquellos libros que contenían la verdad inequívoca de Dios, escritos por Rutherford? Knorr y los suyos los han hecho desparecer sustituyéndolos por otros. El libro de Rutherford que tanto éxito alcanzó, «El Arpa de Dios», y que contenía las doctrinas fundamentales, fue suprimido y, en su lugar, lanzaron el titulado «Sea Dios Veraz». Hoy en día es materialmente imposible conseguir un libro de Rutherford y/o de Russell. Las ideas de aquellos dos presidentes han desaparecido y otras nuevas se publican desde 1943. Si alguien desea saber qué libros y cuándo se publicaron, puede consultar «Capacitados para ser Ministros» en las páginas y párrafos siguientes: 336/5 y 6, 343/2, 344/6 y 346/12 y 13.
En otros asuntos, sí ha seguido Knorr la pauta marcada por Russell y por Rutherford. El arreglo de centralizar y dirigir todo desde Brooklyn con el nombre de Teocracia es uno de ellos. También siguen aferrados a la idea de que el fin del mundo está a las puertas. Claro que hace la friolera de 100 años, también Russell creía lo mismo y… aquí estamos todavía esperando…
Estos son los tres falsos profetas principales que han fundado y dirigido este movimiento denominado TESTIGOS DE JEHOVA: El «pastor» Russell. El «juez» Rutherford. El «hermano» Knorr.
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