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Etiqueta: sociedad teosófica

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Pedofilia Teosófica. Las andanzas del Obispo Leadbeater

Fragmento tomado del capítulo » EL OBISPO Y LOS MUCHACHOS», del libro «Sexo, Magia y Perversión» de Francis King.


El Pedófilo Leadbeater, fundador de la iglesia católica liberal, la iglesia que se impondría sobre todas las demás desde principios del siglo XX. Parece que a este «Obispo» le falló la profecía.

Con la excepción de Aleister Crowley y sus seguidores, no conozco ocultistas occidentales —ni «negros» ni «blancos»— que utilizaran actos homosexuales como medio mágico para obtener poderes, ya fueran materiales o espirituales. Por supuesto ha habido, y aun hay sin duda, muchos ocultistas homosexuales, pero su homosexualidad ha sido algo apartado de su ocultismo, no parte de él (1). No me cabe duda de que aquellos de mis lectores que estén familiarizados con la lectura ocultista se verán sorprendidos por esta afirmación, porque estarán al corriente de que a finales de los años 20 y a principios de los 30 la escritora ocultista Dion Fortune (2) alegaba continuamente en conferencias, artículos y libros que existía un grupo de ocultistas varones que se dedicaban a construir lo que ella llamaba «una reserva de oscuros poderes astrales» por medio de técnicas homosexuales. Nunca, o al menos en letra impresa, llegó al extremo de nombrar a los miembros de este grupo, pero a partir de sus frecuentes referencias admirativas al O. E. (es decir, Oriental Esoteric) Library Critic, en conexión con esto, queda claro que lo que ella tenía en mente era un pequeño grupo de miembros de la Sociedad Teosófica, siendo el más destacable de ellos un cura ex anglicano llamado Charles Leadbeater, contra el cual H. N. Stokes, editor de la O. E. Library Critic desató durante muchos años una virulenta campaña.

Tan convincente resultaba el periodismo de Stokes y Fortune y, a primera vista, tan condenatoria la evidencia contra Leadbeater, que aun hoy muchos ocultistas siguen convencidos de que él y sus asociados eran «magos negros que obtenían su poder oculto vampirizando muchachos jóvenes» (3). Dadas las circunstancias, creo que bien vale la pena el examinar las relaciones entre Leadbeater y estos muchachos, supuestas víctimas de sus actividades.

Charles Webster Leadbeater nació en 1847 de padres ingleses expatriados. Pasó la mayor parte de sus años jóvenes en Sudamérica y parece ser que tuvo una vida muy excitante, siendo en una ocasión secuestrado y casi muerto por los indios. En 1879, tras su vuelta a Inglaterra, fue ordenado como sacerdote anglicano y cogió una parroquia en Hampshire. En esta primera etapa de su vida parecía estar ya preocupado por los temas que se convertirían en sus dos principales intereses en la vida hasta su muerte, más de cincuenta años después: lo sobrenatural y los muchachos jóvenes. Se encargaba del coro de la iglesia, supervisaba el colegio dominical, se ocupaba de los muchachos atrasados y, según él mismo cuenta, experimentó muchos sucesos inexplicables en el transcurso de sus experimentos con el mesmerismo.

En 1885, siendo aún sacerdote de la iglesia de Inglaterra, conoció a madame Blavatsky y fue convertido por ella a la Teosofía, credo por el que se había sentido atraído a raíz de la lectura del sensacional libro The Occult World, de A. P. Sinnet, algunos años atrás. La Sociedad Teosófica, de la cual Leadbeater era ahora mismo miembro, había sido fundada en Nueva York en 1875 por madame Blavatsky, el coronel H. S. Olcott, William Q. Judge y otros. Nominalmente era una sociedad instruida, siendo sus objetivos: 1) Formar el núcleo de la Hermandad Universal de la Humanidad; 2) Apoyar el estudio de la religión comparativa, de la filosofía y la ciencia; 3) Investigar las inexplicadas leyes de la naturaleza y los poderes latentes en el hombre. En realidad, no obstante, era un cuerpo de enseñanza religioso sincretista (4), un peculiar poutpourri de ocultismo tradicional occidental —en su mayor parte extraído, sin citarlo, por madame Bavatski de los escritos publicados por magos del siglo xIx como Eliphas Levi, Albert Pike y Kenneth Mackenzie (5)— y de budismo del Sur.

Inflamado de fuego misionero por su recién encontrada fe, repleto de entusiasmo por todo lo que fuera oriental, Leadbeater pasó gran parte de los siguientes ocho años en la India y en Ceilán. Como de costumbre, dedicó gran atención a los problemas de la juventud y logró adquirir un joven protégé sinhalés llamado Jinarajadasa que le acompañó a su vuelta a Europa en 1893. Desde aquel año en adelante, Leabbeater empezó a adquirir cierta prominencia en movimiento teosófico, escribiendo cada vez más artículos para sus revistas, describiendo sus experiencias con la clarividencia en panfletos, y en agosto de 1895 se convirtió en secretario asistente de la Sección Europea de la Sociedad Teosófica. Para 1900, la reputación de Leadbeater como escritor, conferenciante y clarividente se había extendido a Norteamérica, y en otoño de ese mismo año hizo una gira de conferencias de cuatro meses por los Estados Unidos. Los teosofistas americanos (6) quedaron encantados con su personalidad, y tuvo tanto éxito su gira que en 1902 fue invitado a volver, en esta ocasión para dos años de visitas y giras de conferencias. Sin duda su íntima amistad con Annie Bessant, la principal teosofista desde la muerte de Blavatsky, le mantuvo en buena consideración entre los americanos.

Desde que Leadbeater se había apoderado, en 1898, del Lotus Circle, un club de Londres para los hijos de teósofos, y empezado a transformarlo en la organización internacional en la que acabó convirtiéndose, había disfrutado de gran reputación como experto en educación y vida del niño en la Teosofía. Como consecuencia de esto, en su segunda visita a Norteamérica, fue acompañado por Basil HodgsonSmith, el joven hijo del presidente de la logia de Harrogate de la Sociedad Teosófica, y durante los siete meses de su gira de conferencias por el Oeste, por Douglas Petit, un americano de catorce años de edad, un hijo física y mentalmente minusválido de padres teósofos.

Cuando Douglas volvió a casa de sus padres al final de la gira quedó claro que su acentuada admiración por Leadbeater se había visto transformada misteriosamente en repugnancia aún más ardiente por aquel hombre y todo lo que hacía. Cuando la señora Petit intentó interrogar por primera vez a su hijo acerca de este cambio de sentimientos, se encontró al principio enfrentada a un muro de silencio y aparente incomprensión. Algunos meses más tarde, después de que los rumores acerca de la moralidad sexual de Leadbeater llegaran hasta ella procedentes de Inglaterra —durante años, G. R. S. Mead y otros teosofistas ingleses habían sospechado de la naturaleza de las relaciones entre Leadbeater y algunos de sus jóvenes pupilos—, volvió a interrogar a Douglas, esta vez mucho más persistentemente, y en esta ocasión le contó la historia completa. Alegó que en la primera noche que pasó solo con su tutor temporal, ya que ése era el supuesto cargo de Leadbeater, había sido introducido en la cama de éste y éste le había enseñado la práctica de la masturbación mutua. Según Douglas, se habían producido actos de esta naturaleza intermitentemente a todo lo largo de la gira por el Oeste.

La señora Petit se sintió profundamente afectada por esta confesión y, buscando consejo, se dirigió a su amiga Helen Dennis, al igual que ella, una ardien te teosofista y nativa de Chicago. No me cabe duda de que la señora Dennis escuchó la historia de su amiga con más preocupación que la normal, ya que había notado que su propio hijo, Robin, había desarrollado también una intensa animadversión hacia Leadbeater a raíz de una breve estancia con él en Toronto. Inevitablemente, Robin fue también interrogado; él también relató una historia similar de masturbación mutua, aunque en este caso el suceso parece ser que fue aislado. El más dañino de los alegatos que formuló Robin fue que aquello le había sido enseñado bajo la guisa de religión. «De alguna manera —le dijo a su madre— me hizo creer que era teosófico.»

La señora Dennis era una figura de cierta importancia en la Sociedad Teosófica, ya que había ocupado la posición de secretaria de correspondencia de la Sección Esotérica en América (7), y con la ayuda de su asistente, la doctora Elizabeth Chichester, utilizó su posición para lanzar una campaña contra Leadbeater. A principios de 1906, grandes teosofistas americanos, como Frank Knothe, presidente de la logia de Nueva York, y Alexander Fullerton, un antiguo clérigo episcopaliano, habían sido informados de los cargos que habían formulado los muchachos y habían creado un comité informal para investigarlos.

En enero de 1906, la señora B. Dennis escribió a Annie Bessant informándola formalmente de los alegatos en contra de su amigo. Al mismo tiempo, Fullerton (8) escribió una nota similar al propio Leadbeater.

La defensa de Leadbeater era compleja y, sorprendentemente, no incluía una negativa absoluta a la verdad de las acusaciones de los muchachos. Afirmó que sólo había tenido lugar un incidente con Douglas, y que este solitario episodio había tenido lugar sólo después de que el muchacho se le hubiera aproximado en busca de ayuda para combatir los extraños sentimientos que había venido experimentando desde el comienzo de la pubertad. En lo que a Robin concernía, afirmaba Leadbeater, el muchacho había sido corrompido por otro muchacho, un tal Nevers, y que todo lo que él había hecho había sido darle al muchacho consejos sobre una dieta adecuada y animarle a que utilizara el ejercicio vigoroso corno medio de suprimir los deseos sexuales indeseables. Leadbeater sí admitió, no obstante, que le había aconsejado subsiguientemente a Robin el utilizar «descargas regulares» (es decir, la masturbación) como medio de reducir la tensión sexual.

Aunque esta defensa fuera más bien débil, al principio sí parecía haber posibilidades de que resultara efectiva; después de todo, la evidencia presentada por los muchachos no podía ser corroborada, y a pesar de los rumores que habían circulado en ciertos sectores, la mayor parte de los miembros de la Sociedad Teosófica consideraban aún a Leadbeater como a un hombre de intachable reputación. Las esperanzas de Leadbeater de ser creído se vieron, no obstante, considerablemente minimizadas por el descubrimiento de evidencia documental en su contra en forma de una carta suya dirigida a Robin. Esta carta había sido hallada en la casa de Toronto, donde habían estado los dos, y en su mayor parte era inocua, un discurso un tanto divagatorio acerca del viaje astral; pero en medio de la carta había un pasaje cifrado (9). Este pasaje contenía implicaciones autoeróticas obvias, y al ser descifrado decía así: «Si viene sin ayuda necesita frotarse más a menudo. Pero no demasiado a menudo o no vendrá bien. Pasa esto cuando estás dormido; dímelo todo. La sensación de alegría es tan agradable. Besos, cariño.»

En este momento el coronel Olcott, el venerado presidente-fundador de la Sociedad, puso en funcio namiento su famoso «ojo vagabundo» (10), hizo un examen preliminar de la evidencia y estableció un comité de investigación. Después de algunas reliberaciones, este comité, constituido por el comité ejecutivo de la Sección Británica en pleno junto con algunos representantes franceses y americanos, citaron a aquel ruso peculiar que era Vsevolod Solovyoff. Escribió de Olcott que «uno de sus ojos era extremadamente desobediente y de vez en cuando solía girar en todas las direcciones, en ocasiones con sorprendente y muy desagradable rapidez. Mientras el ojo desobediente permaneciera quieto tenías ante ti a u, hombre guapo, agradable y bondadoso, aunque no particularmente inteligente, que te ganaba con su aspecto y te inspiraba confianza. Entonces, de repente, algo se retorcía, el ojo quedaba en libertad y empezaba a moverse sospechosa y bribonamente, y la confianza desaparecía en un instante». El texto completo de la divertida descripción de Olcott, hecha por Solovyoff, se encuentra en las pp. 369 de su A Modern Priestess of Isis (Longmann Green & Co., 1895).

Leadbeater para que apareciera ante ellos en Londres. Para sorpresa de algunos de sus oponentes, el acusado obedeció a la citación, y lo que en ocasiones ha sido llamado «el juicio» tuvo lugar el 16 de mayo de 1906.

En su testificación al comité, Leadbeater les planteó la extraordinaria afirmación de que su examen clarividente de las auras de los muchachos le permitían saber cuándo estos muchachos estaban en dificultades, sexualmente hablando, o necesitados de consejo. De acuerdo con esto, afirmó, había aconsejado no sólo a Douglas y a Robin, sino a varios muchachos más, que practicaran la masturbación. Este osado frente se derrumbó cuando, bajo el interrogatorio de Olcott, Leadbeater se vino abajo de mala manera y admitió que había realizado, en ocasiones, un cierto número de lo que él llamó «acciones indicativas» y también que sus recomendaciones no se habían visto limitadas a muchachos que habían llegado ya a la edad de la pubertad. Leadbeater había presentado ya voluntariamente su dimisión de la Sociedad Teosófica, y tras haber oído estas perjudiciales confesiones, el comité decidió, por voto mayoritario, el aceptarla.

Durante un tiempo, Leadbeater se retiró al aislamiento de Jersey, ocupando su tiempo con una abundante correspondencia, justificando la línea de conducta que había seguido y alegando que sus oponentes estaban bajo la influencia de «magos negros».

Nueve meses más tarde, el 17 de febrero de 1907, la situación se vio transformada por la muerte, precedida de un coma de un mes de duración, del coronel Olcott. Su sucesora nominada era Annie Bessant, que, incluso antes de su elección formal a la presidencia, en junio del mismo año, había estado dedicada a preparar la rehabilitación gradual de su viejo amigo Leadbeater. Para lograr este fin reclutó los servicios del doctor Weller Van Hook, un conocido teosofista americano, y le persuadió a escribir tres cartas abiertas para circular entre los miembros de la Sociedad. En estas cartas, Van Hook no sólo afirmaba que los enemigos de Leadbeater eran enemigos también «de los maestros y de la futura religión del mundo», sino que llegó a los extremos de afirmar que el maestro Koot Huomi se le había aparecido y le había informado de que las enseñanzas sexuales de Leadbeater eran correctas y estaban de acuerdo con los principios ocultistas (11).

La operación de remozado fue un éxito, y a principios de 1909 Leadbeater pertenecía, para todos los efectos, de nuevo a la Sociedad, aunque no fue hasta el año siguiente cuando esto fue reconocido públicamente por la prensa teosófica. Durante un tiempo todo pareció ir bien, pero tan sólo tres años después nuevos alegatos referentes a la moralidad de Leadbeater llevaron a un nuevo cataclismo en las filas teosóiicas. En esta ocasión hubo aún más publicidad, ya que los cargos y los descargos no quedaban ya confinados a la comparativa discreción de las revistas y los comités teosóficos, sino que fueron formulados públicamente en las cortes tanto de la India como de Inglaterra. Los alegatos eran, de hecho, una parte componente del primer acto del tragicómico intento de Annie Bessant de promocionar a un joven indio, 1. Kristnamurti, como Cristo vuelto a la tierra.

Durante algunos años, los teosofistas, en general, y Annie Bessant, en particular, habían venido previendo una nueva manifestación del Cristo, evento que originalmente parece ser que calculaban que tendría lugar circo 1950. Más tarde hubo un considerable acortamiento de la escala temporal, y durante un breve período Annie Bessant esperó que el hijo del doctor Van Hook, Hubert, nacido en 1896, pudiera ser el vehículo a través del cual el «profesor del mundo» se manifestara en aa momento; pero para principios de 1910, tanto ella como Leadbeater estaban convencidos de que Krishnamurti era el vehículo elegido (12).

Krishnamurti era hijo de Narayaniah, un teosofista devoto de la casta Brahmin, que en 1908 se había retirado de un puesto de funcionario en el Servicio Civil y había hecho su hogar un pequeño chalet justamente al exterior del complejo principal del Alto Mando Teosófico en Adyar, Madras. No pasó mucho tiempo antes de que la atención de Leadbeater se viera atraída por Krishnamurti y su hermano menor, Nityananda, según sus propias palabras, por las notables dimensiones y color de sus auras astrales, y según otra versión, que yo considero más probable, por la visión de los muchachos bañándose. Una cosa queda clara en cualquier caso: o bien el cuerpo astral o el físico de Krishnamurti produjeron tal impacto sobre Leadbeater que le convirtieron a la creencia de que allí, y nada, más que allí, estaba el vehículo elegido por el maestro de los maestros. A finales de 1909, Narayaniah había sido persuadido a dejar que los muchachos se mudasen de su casa a una suite adyacente a las habitaciones del propio Leadbeater, y más tarde, el 10 de febrero de 1910, firmó una carta, compuesta por el vicepresidente de la Sociedad Teosófica, cediendo la custodia de los muchachos a Annie Bessant. Llegó a lamentar amargamente esta responsabilidad cuando, a primeros de 1911, el Antiseptic, una revista médica local, publicó un artículo sacando a la luz todos los antiguos escándalos sobre Leadbeater. Este artículo, Psychopathia Sexualis in un Mahatma, llegaba a sugerir que en una reencarnación previa Leadbeater había sido «Onan, el hijo de Guda y Sua y nieto de Israel» (13). Durante los siguientes dieciocho meses, la ansiedad de Narayaniah fue creciendo hasta que, el 24 de octubre de 1912, presentó una demanda para recuperar a los muchachos.

La declaración de Narayaniah resultaba tan vaga en cuanto a la naturaleza de la «ofensa antinatural» de la que afirmó haber sido testigo, que llevó a muchos de los lectores de los informes periodísticos a la equivocada creencia de que Leadbeater estaba siendo acusado de sodomía; entre los engañados se encontraba Aleister Crowley, quien, en un discurso realizado en Manchester el 28 de junio de 1913, adoptó un elevado tono moral y declaró que el llamado, en «argot francés «petit Jesús» está siendo tomado demasiado seriamente, cuando un maníaco sexual senil como Leadbeater se dedica a proclamar a sus efebos como cristos futuros». Tales afirmaciones muestran una completa incomprensión de la naturaleza de las alegaciones. Como ya dije anteriormente, a lo más de lo que se llegó a acusar a Leadbeater fue de masturbación mutua.

El juicio, que había sido trasladado a la corte suprema de Madras, no comenzó hasta el 20 de marzo de 1913 y cuando, finalmente, se dictó sentencia el 15 de abril, ésta no satisfizo a nadie. Annie Bessant perdió la custodia de los muchachos, ya que, aunque tanto la evidencia de Narayaniah como la de Luxman habían caído en gran descrédito —ambos habían dado muy mala imagen durante los interrogatorios—, el juez había denunciado a Leadbeater como «un hombre en posesión de ideas inmorales» y decretó que, dado que Narayaniah no había estado al corriente de que Krishnamurti iba a ser educado como «vehículo de poderes sobrenaturales» en el momento de hacer guardiana de los muchachos a Annie Bessant, estaba en su pleno derecho el revocar el acuerdo. Por otra parte, se le ordenó a Narayaniah, de manera totalmente irracional, de pagar las costas del juicio por ambas partes.

En cuanto Annie Besant escuchó el veredicto apeló en contra y obtuvo un aplazamiento de la ejecución de la orden del juez de que los muchachos fueran devueltos inmediatamente a su padre. En la corte de apelaciones no le fue bien, no obstante, ya que ésta no sólo confirmó la sentencia de la corte de grado inferior, sino que la decisión acerca de los costos fue invertida. Fue hecha otra apelación más al comité judicial del Privy Council.

El 2 de mayo de 1914 el comité judicial dictó su juicio completo. Esta vez Annie obtuvo un éxito completo —tal vez sea significativo que lord Haldane, presidente del comité, fuera un antiguo amigo suyo— y fue escrito en el veredicto que la decisión de la gran corte de Madras era inválida porque la corte había pasado por alto el tomar en consideración los deseos e intereses de los muchachos. El comité subrayaba que Marayaniah podía empezar de nuevo la batalla legal, esta vez en la corte suprema inglesa, pero Marayaniah se dio cuenta de que sus hijos llegarían a la mayoría de edad mucho antes de que el caso pudiera quedar resuelto, de modo que Annie Bessant quedó victoriosa.

Diez semanas después de que el Privy Council tomara su decisión comenzó la primera guerra mundial y el interés público en los quehaceres de la Sociedad Teosófica disminuyó. Durante los siguientes cuatro años el pueblo británico tuvo cosas más importantes en qué pensar que acerca de la supuesta igualdad a Cristo de Krishnamurti. ¡Era demasiado bueno como para que durara! Después de la guerra se fraguó una nueva tormenta y esta vez resultaba difícil saber si los enemigos de Leadbeater se sentían más molestos por su comportamiento sexual o por sus actividades episcopales en la iglesia liberal católica. De hecho, en las mentes de los oponentes de Leadbeater no parece haber habido distinción alguna entre la homosexualidad y el catolicismo liberal.

La iglesia liberal católica había aparecido como resultado de las actividades eclesiásticas de un excéntrico inglés llamado A. H. Mathew, un carácter errático e inestable, cuyo amor de toda la vida a los animales parece constituir la única pieza constante del entramado de su personalidad. Nacido en 1852, de padre católico romano y madre anglicana, Mathew fue bautizado en ambas Iglesias. Tal vez esta temprana influencia fuera la causa de la indecisión religiosa que hizo de él, primero, estudiante anglicano de teología, y después, sacerdote católico romano —en este período de su vida, su amor por los animales fue responsable de que aterrorizara a los fieles de St. Mary, Bath, al introducir un tigre vivo en su púlpito—; después fue un unitario, después un cura de la iglesia de Inglaterra, después seglar católico y, finalmente, arzobispo católico antiguo. Incluso este último período se vio manchado por su sumisión a Roma —retirada inevitablemente, pocas semanas después.

Mathew fue consagrado obispo católico antiguo el 28 de abril de 1908 por el arzobispo Cul de Utrecht. Desde el punto de vista histórico la validez de su consagración parece, incuestionable, ya que, aunque la antigua iglesia católica holandesa estaba separada de Roma desde 1739, su línea de sucesión episcopal podía ser seguida sin solución de continuidad alguna hasta el cardenal Antonion Barberini. No obstante, la consagración evidentemente había sido conseguida por medio de fraude, y que mientras que a los viejos católicos holandeses, como el propio Mathew, estaban convencidos de que este último representaba a un número grande y en pleno crecimiento de católicos ingleses que deseaban autonomía de Roma, la realidad era bien diferente. Porque Mathew no era más que el instrumento inocente de un diminuto grupo de sacerdotes católicos irritados, excomulgados y, posiblemente, financieramente deshonestos. Estos estaban encabezados por dos Monsigniori, Herbert Beale y Arthur Howarth, que habían estado ambos, en un momento u otro, a cargo de parroquias en la diócesis de Nottingham. Habían mantenido buenas relaciones con el obispo Bagshawe, que había sido obispo de Nottingham hasta su retiro forzoso en 1901. Bagshawe ha sido descrito como un santo, pero parece ser que su característica más notable era senilidad y, a pesar de ocasionales ráfagas de mal humor —en una ocasión excomulgó a todos y cada uno de los miembros de aquella alta y eminentemente respetable organización Tory The Primrose League—, era tolerante hasta el grado de la locura y designaba para puestos de responsabilidad a sacerdotes que habían sido expulsados de otras diócesis. Tan capaz era Bagshawe de hacerse el ciego ante la conducta de sus subordinados, por escandalosa que fuera, que su diócesis acabó siendo llamada refugiurn pecatorum, el refugio de los pecadores. El obispo Brindle, sucesor de Bagshawe, era un hombre de carácter bastante diferente y puso en marcha una operación de limpieza general, durante la cual despidió a Beale y a Howarth por supuesta malversación de los estipendios para las misas y otras irregularidades financieras. Estos dos se las compusieron para convencer a Mathew y a los viejos católicos de que representaban a 17 sacerdotes y ocho grandes parroquias. Tanto las parroquias como los sacerdotes eran en gran medida imaginarias, y los dos tnonsignori no parece que tuvieran otro motivo para consagrar a Mathew como cabeza de una Antigua Iglesia Católica Inglesa inexistente más que el deseo de molestar a sus superiores, el obispo y el cardenal-arzobispo de Westminster.

A la vuelta de su consagración holandesa Mathew pronto se dio cuenta de que había sido víctima de un fraude. Hasta su muerte, en 1919, dedicó el resto de su vida a consolarse de su soledad escribiendo largos ensayos intentando demostrar la autoría baconiana de Shakespeare y soñando en una Iglesia Católica Nacional bajo su mandato. Por desgracia para su propia reputación, Mathew intentó poner en práctica este último sueño y ordenó sacerdotes y consagró obispos; era un hombre con una total capacidad para juzgar los caracteres de las personas y muchos de sus clérigos eran obviamente inadecuados para cualquier tipo de cargo religioso.

En 1914 Mathew consagró a F. S. Willoughby como obispo titular de San Pancracio (14). Este había convencido a Mathew de que había sido sometido a una persecución religiosa en la iglesia de Inglaterra a causa de sus puntos de vista teológicos anglo-católicos; en realidad, había sido obligado a abandonar su vida tras una serie particularmente repugnante de ofensas homosexuales contra los niños del coro. El motivo de Willoughby para convertirse en obispo parece haber sido de tipo financiero, ya que tras su consagración estaba dispuesto, al parecer, a conferir el episcopado a todo aquel que estuviera dispuesto a pagar una suma suficientemente abultada.

Por esta época, una mayoría de hecho de los escasos seguidores de Mathew, eran miembros de la Sociedad Teosófica o de una u otra de sus organizaciotes tapadera; de hecho, durante un breve período de tiempo Mathew mantuvo un cierto flirteo intelectual con la Sociedad Teosófica, a la que, al parecer, esperaba, con su característico optimismo, incorporar a su propio movimiento. Tan sólo dos meses antes de consagrar a Willoughby, Mathew escribió lo siguiente a Reginald Farrel, uno de sus sacerdotes, que era también teosofista:

«¡He tenido tan a menudo una especie de visión mental de la señora Bessant con los ropajes de abadesa! Resulta muy curioso, pero creo que algo está en marcha en su mente y que está viendo más claramente la divinidad del sistema católico y de la revelación, que es por sí misma capaz de satisfacer las aspiraciones y deseos del alma. Ella sería una nueva Santa Teresa o Catherine de Siena, y desde hace algún tiempo —casi un año— siento que es ese su destino. Pero ya veremos.»

¡Desde luego que vio Mathew! Porque justamente un año después de la carta citada arriba las esperanzas de Mathew de hacerse con la Sociedad Teosófica se vieron completamente destruidas. En su lugar, la Sociedad Teosófica se apoderó de su iglesia, dejando a Mathew con exactamente tres seguidores —un sacerdote y dos mujeres seglares—. El resto de los anteriores seguidores de Mathew eligieron a su jefe, James Wedgwood, uno de los fundadores de una organización ocultista llamada el Templo de la Rosacruz, poseedor del trigésimo tercer grado de la comasonería y ex secretario general de la sección inglesa de la Sociedad Teosófica. Bajo su liderazgo los teosofistas siguieron su camino como la vieja Iglesia católica romana.

Willoughby, a quien Mathew había suspendido de sus funciones de obispo después de una reveladora serie de artículos aparecidos en la sensacionalista revista John Buli, suministró a los (teosóficos) viejos católicos romanos tres obispos, consagrando a Bernard Gauntlett y a Robert King (15) en septiembre de 1915 y al propio Wedgwood al año siguiente.

Poco después de esta consagración, Wedgwood traspasó el manejo de los asuntos eclesiásticos en Inglaterra al obispo King y partió para Australia para ver a Leadbeater, que llevaba en aquel país desde 1913. Leadbeater también fue prontamente hecho obispo, evento que pareció considerar de gran importancia; escribió a Annie Bessant:

«Wedgwood ha llegado y está bien de salud. Su consagración al episcopado ha tenido el inesperado resultado de ponerle prácticamente a la cabeza de movimientos de viejos católicos en lo que al imperio británico se refiere… Como consecuencia de esto deseo intensamente ofrecer el Movimiento al Maestro Universal como uno de los vehículos de su fuerza y como canal para preparar su venida. Le llevé, por tanto, ante el SEÑOR MAITREYA (16), y él tuvo a bien aceptar la oferta y decir que él pensaba que el movimiento llenaría un nicho del esquema total y resultaría útil para él… Con su permiso, Wedgwood me ha consagrado a mí como obispo, sobre el supuesto de que me veo en libertad de llevar mi traje normal, y de que no estoy obligado a realizar ninguna ceremonia religiosa o a tomar parte alguna en el trabajo exterior, a menos que yo lo considere conveniente, sino que actuo como intermediario entre el SEÑOR y esta rama de su iglesia.»

La iglesia liberal católica —había adoptado este nuevo nombre en 1918— disfrutó de cierto éxito y rápidamente cayó bajo el control de Leadbeater, que en 1920 publicó un volumen extenso y turgido, La ciencia de los sacramentos, dedicado a la liturgia de la iglesia, en el que ofrecía una gran cantidad de información asombrosa y de consejos —la utilización de vestiduras del renacer gótico, se recomendaba porque «un terrorífico torrente (de fuerza) se vierte por el disco radiante de la espalda».

Wedgwood, al parecer, compartía el amor de Leadbeater por los muchachos, pero no su odio hacia las mujeres (17), y a los pocos meses de que Scotland Yard empezara a tomarse interés en sus amistades con hombres jóvenes, estaba en pleno intento fallido de seducir a la esposa de T. H. Martyn, uno de los principales teosofistas australianos. Subsiguientemente, Martyn se convirtió en el líder de la oposición australiana contra Leadbeater y sus prácticas, sexuales y eclesiásticas.

No existe duda de que Wedgwood era un homosexual activo; parece haber sido adicto a lo que los americanos llaman «tea room trade» (18) —relaciones temporales realizadas en urinarios públicos—. En una ocasión un detective privado siguió a Wedgwood durante dos horas, período en el que visitó no menos de dieciocho «estaciones de reconfortamiento». Al ser acusado de esto, Wedgwood ofreció una ingeniosa e interesante explicación; era cierto. dijo, que había ido en busca de un hombre joven, pero de un hombre joven en particular —¡un individuo que había conocido en una encarnación previa y que se había desviado (como pudo descubrir por una revelación astral) del camino correcto y necesitaba ser redimido!

Martyn y sus aliados empezaron rápidamente a considerar a la iglesia liberal católica como el frente de una panda de pederastas; la señora Martyn llegó incluso a afirmar que había descubierto a Leadbeater y uno de sus hijos desnudos en un abrazo. Sus sospechas, así lo dijo habían sido despertadas anteriormente por ciertas manchas que había encontrado en las sábanas de Leadbeater.

A partir de 1922 toda la prensa australiana tenía en marcha una virulenta campaña, basada en informaciones suministradas casi con seguridad por Martyn, contra Leadbeater, Wedgwood, la iglesia liberal católica y la homosexualidad. Siendo Australia como era, la vulgaridad de la campaña superó casi la capacidad de aguante de Leadbeater —el titular LEADBEATER, UN OBISPO ZUMBON CON LOS MUCHACHOS le resultó particularmente ofensivo.

Como en anteriores ocasiones, el escándalo fue desvaneciéndose. Los padres teósofos siguieron mandando a sus hijos a Leadbeater para que les instruyera y la iglesia liberal católica fue creciendo en fuerza. Leadbeater llegó incluso a construir un teatro al aire libre que dominaba la bahía de Sidney, dispuesto, según se decía, para el día en que Krisnamutir se convirtiera en Cristo y apareciera caminando sobre las aguas para visitar a su viejo amigo y maestro. Pero, ¡oh, las cosas de la vida! Esto no llegó a ocurrir. Ya que Krishnamurti defraudó a sus seguidores diciendo que se había cometido un gran error y que, a pesar de las profecías de Annie Bessant y Leadbeater, ¡el Cristo no iba a encarnarse en él después de todo !

Leadbeater murió pacíficamente en 1934. Fue precedido por su gato gigante. Era un animal de una naturaleza espiritual altamente desarrollada y estaba pendiente de reencarnarse como ser humano, miembro de la Sociedad Teosófica. O esto, al menos, era lo que afirmaba Leadbeater.

(1) La excepción a esto parece ser aquel extraño carácter Ralph Chubb, que consiguió amalgamar el ocultismo, el amor por los jóvenes muchachos y el culto a la naturaleza en un todo incoherente. Véase el Apéndice «Ralph Chubb, el amor a los jóvenes, y William Blake».

(2) El seudónimo de la señora Violet Evans; para algunos breves detalles de su interesante carrera mágica véanse los capítulos XVI y XVIII de mi Ritual Magic in England (Neville Spearman, 1970).

(3) Esta cita, que he tomado de la edición (a cicloslil) de junio de 1948 de una diminuta revista ocultista llamada Hermes, resulta particularmente interesante por su asociación de la homosexualidad con el legendario chupador de sangre, el vampiro. Estoy convencido de que el vampirismo, tanto en la literatura del siglo xix como en la fantasía ocultista del siglo xx, es simbólico (a nivel inconsciente) de la sexualidad prohibida en general y del contacto oral-genital en particular. Los subtonos sexuales de historias cortas como Carmilla y de novelas como Drácula son evidentes.

(4) En el período en cuestión; más adelante, en años consecutivos, hubo florecimientos aún más extraños y más exóticos de la doctrina teosófica, en gran medida derivados de la personal interpretación del hinduismo de Annie Besant.

(5) Para algunos datos sobre Levi y MacKenzie, véanse los capítulos II y III de mi Ritual Magic in England (Neville Spearman, 1970).

(6) O, para ser más precisos, aquellos que siguieron el liderazgo del coronel Olcott y Annie Besant. La mayoría de los teósofos americanos habían roto con el cuerpo paterno en abril de 1895 y habían sido guiados, en primer lugar, por William O. Judge y después, desde la muerte de Judge, por la «Madre Púrpura», Katherine A. Tingley, una antigua médium espiritista. Los seguidores de Katherine Tingley odiaban a Leadbeater, al igual que odiaban a todos aquellos que estuvieron asociados de alguna forma con Annie Bessant.

(7) Formalmente, la Sección Esotérica (en tiempos llamada la Sección Oriental) era una organización no oficial; sus miembros no tenían más importancia que cualquier otro miembro de la Sociedad Teosófica. En la práctica, no obstante, siempre ejerció un gran poder y más adelante, después de la muerte del coronel Olcott, ejerció el control efectivo sobre los asuntos de la Sociedad.

(8) Existía un elemento de retorcida comedia en la indignación de Fullerton, ya que él mismo parece ser que tenía inclinaciones homosexuales, y en febrero de 1910 fue acusado de mandar cartas indecentes por correo, cosa interesante, las cartas fueron enviadas al joven Douglas Petit. Fullerton fue considerado incapaz de defensa y pasó el resto de su vida en un hogar para los criminalmente insanos.

(9) O, para ser más precisos, un código alfabético. Este era de una naturaleza más bien simule; todas las consonantes eran representadas por la letra anterior del alfabeto, todas las vocales, por la vocal siguiente de la serie a, e, i, o, u. Así, la letra en clave e podría representar bien la consonante f o la vocal a.

(10) Debernos la mejor descripción de este famoso ojo

(11) Koot Huomi era uno de los maestros, aquellos seres, casi con seguridad míticos, semisobrenaturales, que supuestamente vivían en los Himalayas y le habían encomendado a madame Blavatsky su misión. En lo que el mensaje a Von Hook concierne, está claro que o bien hubo una escisión doctrinal en la Gran Hermandad Blanca (como eran conocidos colectivamente estos superhombres) o que las líneas telefónicas celestiales habían sufrido un cruce, ya que sólo unos pocos meses antes el colega de Koot Huomi, el maestro Morya, había informado a Olcott que si bien Leadbeater era indudablemente sincero, sus enseñanzas sexuales estaban totalmente equivocadas.

(12) Arthur H. Nethercot, cuya biografía en dos volúmenes parece estar destinada a ser el estudio definitivo de la vida de Annie Bessant, encuentra ciertas discrepancias entre la «concepción de Jesús como un avatar y Jesús como un simple Maestro entre otros maestros» besantiana. No creo que esta discrepancia tenga existencia real. La cristología extremadamente confusa de Annie Bessant era muy similar a la de los Doceticos; ella consideraba a Jesús sólo como un hombre, en el cual el «Cristo cósmico» se había manifestado cuando su bautismo en el Jordán. Jesús, mantenía, había seguido siendo «controlado» hasta la crucifixión, cuando el Cristo abandonó (temporalmente) su vehículo, explicando así el grito de Jesús desde la cruz: «Mi Dios, mi Dios, ¿por qué me has abandonado?» Es interesante señalar que Mary Baker Eddy mantenía posiciones muy similares en cuanto a la naturaleza del Cristo.

(13) Una referencia al «pecado de Onan», hoy en día un término obsoleto para la masturbación. Onan, como se recordará, era el personaje del Antiguo Testamento que «vertió su semilla sobre el suelo», despertando así la cólera de Jehová. La mayor parte de los estudiosos hebreos están convencidos hoy en día que el pasaje bíblico en cuestión se refiere no a la masturbación, sino al coitus interruptus, la práctica de la separación del varón antes de la eyaculación.

(14) En la Antigua Iglesia Católica, nombre que le daba Mathew a su diminuta organización.

(15) Bishop King, astrólogo profesional, fue teosofista hasta su fallecimiento en 1953. Gauntlett dimitió del episcopado en 1924, se unió a los israelitas británicos y viajó mucho, dando conferencias pensadas para probar que los anglosajones eran las diez tribus perdidas de Israel.

(16) El señor Maitreya, como se recordará, era el Cristo Viviente, que en breve se manifestaría, o así se creía, en Krishnamurti. Es de presumir que Leadbeater llevara a Wedgwood ante el señor Maitreya por medio de una rápida visita al plano astral.

(17) A Leadbeater nunca le había gustado en particular el sexo opuesto, y en 1916 esta aversión había llegado al punto en que: a) se negaba a dar la mano a las mujeres, y b) se negaba a permanecer en casas donde marido y mujer compartieran el lecho.

(18) Literalmente, «comercio en el cuarto del té».

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René Guénon contra Blavatsky

Para seguir profundizando sobre los engaños y horrores de Madame Blavatsky, hemos tomado como muestra dos capítulos del genial y bien fundamentado libro de René Guénon titulado «El Teosofismo». Comprueben ahora cuan eficazmente desenmascara René Guénon a la charlatana rusa.

Mme. BLAVATSKY Y SOLOVIOFF

Luego de su regreso a Europa se instaló Mme. Blavatsky primeramente en Alemania, en Wurtzbourg, donde acontecieron hechos que interesa consignar. Había invitado a Solovioff a fin de que estuviera algún tiempo a su lado, prometiéndole enseñarle todo y hacerle ver tantos fenómenos como quisiera. Pero Solovioff desconfiaba de sus poderes extraordinarios, y cada vez que Mme. Blavatsky pretendía hacer algún «fenómeno» él la sorprendía en flagrante delito de fraude, tanto más fácilmente cuanto que entonces contaba ella con la sola ayuda de Bavadji, quien la había acompañado en su viaje, del Dr. Hartmann y de una mujer llamada miss Flynes. En septiembre del año 1885, estando Bavadji de paso por París, declaró a Mme. Emilie de Morsier, secretaria en ese entonces de la rama parisiense y que pronto renunciaría, que: «Mme. Blavatsky, sabiendo que tan sólo podría ganar al Sr. Solovioff mediante el ocultismo, le prometía de continuo enseñarle nuevos misterios», y que a veces le hablaba así al mismo Bavadji: «Pero, ¿qué más puedo decirle?, Bavadji, sálveme, halle alguna cosa; ya no sé qué inventar». Mme. de Morsier escribió estas declaraciones, y poco después las envió con su firma a Solovioff. Este, a su vez, publicaría en el año 1892 todo cuanto había llegado a su conocimiento, de modo que las cartas de Mme. Blavatsky y las confidencias orales que le manifestara aparecieron en artículos que fueron recogidos muy pronto en un volumen y traducidos al inglés por el Dr. Leaf bajo el título de: A Modern Priestess of Isis (Una Moderna Sacerdotisa de Isis); esta traducción vió la luz pública bajo los auspicios de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas.

Cierto día Solovioff halló a Bavadji adormecido en estado hipnótico, y escribiendo penosamente algo en lengua rusa, idioma que ignoraba por completo. Se trataba de un supuesto mensaje dictado por un «Mahatma», pero, por desventura, deslizóse en el mensaje un burdo error: omitiéndose algunas letras, una frase que quería expresar: «Felices los que creen», se convirtió en: «Felices los que mienten»; al comprobar esto Mme. Blavatsky se sintió poseída de verdadero furor y pretendió que Bavadji había sido juguete de un «elemental». En otra oportunidad, una involuntaria torpeza de Mme. Blavatsky reveló a Solovioff el secreto de la «Campanilla Astral»: «Cierto día en que se hacía oír su famosa campanilla de plata, un objeto cayó repentinamente cerca de ella, en el parquet. Me apresuré a recogerlo: era una pequeña pieza de plata, delicadamente trabajada y modelada. Inmediatamente Elena Petrowna cambió de expresión facial y me arrebató el objeto de entre las manos. Yo tosí de un modo significativo e hice versar la conversación sobre temas indiferentes». En otra oportunidad Solovioff encontró en un armario un paquete de sobres chinos, exactamente iguales a aquellos en que llegaban habitualmente las presuntas cartas de los «Maestros».

Llegó un momento en que Solovioff concluyó por declarar a Mme. Blavatsky que ya era tiempo de concluir con toda aquella comedia, y que desde mucho antes ya estaba él convencido de la falsedad de sus fenómenos. Pero, a fin de obtener sus confidencias, añadió: «Cumplir la misión que Ud. desempeña, hacerse seguir por multitudes, interesar a los sabios, fundar sociedades en tierras lejanas, ¡crear un movimiento como éste! ¿Cómo es que me siento atraído hacia Ud. aun contra mi voluntad? En toda mi vida jamás había encontrado una mujer tan extraordinaria como Ud., y estoy seguro de que jamás encontraré otra que lo sea tanto. Sí, Elena Petrowna, la admiro a Ud. como a una verdadera fuerza». Mme. Blavatsky cayó en la red de estos halagos, y respondió: «No es por nada que nos hayamos encontrado… Olcott es útil en su puesto, pero en general se parece a un asno (sic). ¡Cuántas veces me ha dejado en el atolladero, cuántas preocupaciones me ha causado con su incurable estupidez! Bastará que Ud. quiera ayudarme y nosotros dos solos asombraremos al mundo, tendremos todas las cosas en nuestras manos». Fué entonces cuando Solovioff se hizo descifrar los verdaderos autores de las cartas de Koot Hoomi, hasta se hizo enseñar la campanilla mágica que Mme. Blavatsky disimulaba bajo su chal, pero no le permitió examinar el mecanismo a su gusto. Para concluir esta conversación ella le propuso: «Prepare el terreno a fin de que yo pueda trabajar en Rusia; creía que jamás podría regresar allá, pero ahora ya será posible. Algunas personas están haciendo allá todo lo que pueden, pero Ud. puede ahora más que ninguna de ellas. Escriba más y más, alabe a la Sociedad Teosófica, excite el interés y cree las cartas rusas de Koot Hoomi, yo le proporcionaré todos los materiales para ello». Ciertamente, Solovioff hubiera podido prestarle los servicios que ella pedía, porque siendo hijo de un historiador célebre y siendo él mismo escritor, ocupaba una posición resaltante en la corte de Rusia. Pero, lejos de aceptar, se despidió de ella dos o tres días después y salió para París, prometiéndose no tentar nada en su favor, ya fuera en los ambientes literarios y periodísticos de Rusia, ya ante la Sociedad de Investigaciones Científicas, cuyo informe estaba entonces en prensa.

Al cabo de algún tiempo Mme. Blavatsky dirigió a Solovioff la carta de la que ya hemos citado algunos pasajes y en la que, pensando que el destinatario la comunicaría a varios miembros de la Sociedad, amenazaba con proclamar públicamente la inexistencia de los «Mahatmas», extendiéndose mucho acerca de su vida privada que no competía a nadie. Varios días después escribía otra carta más suplicando a su compatriota que no la «traicionara». Por toda respuesta, el día 16 de febrero de 1886 Solovioff enviaba su renuncia a Oakley, secretario de la Sociedad de Adyar, dando como principal motivo, el siguiente: «Mme Blavatsky ha querido aprovechar mi nombre y me ha hecho firmar y publicar el relato de un fenómeno obtenido mediante el fraude en el mes de abril de 1884.» Obrar así era un hábito en Mme. Blavatsky, que pensaba retener a sus engañados mediante sus firmas; había dicho a Solovioff: «¿Creería Ud. que tanto antes como después de fundar la Sociedad, jamás encontré más de dos o tres hombres capaces de observar, de ver y notar lo que sucedía a su alrededor? Simplemente, es asombroso. Por lo menos nueve personas sobre diez carecen por completo de la capacidad de observación y de poder acordarse exactamente de lo que sucedió algunas horas antes. ¡Cuántas veces ha sucedido que, bajo mi dirección y revisión, los procesos verbales referentes a fenómenos, fueron escritos nuevamente! Las personas más inocentes y las más conscientes, incluso los escépticos, hasta los que sospechan realmente de mí, han firmado con todo su nombre como testigos, al pie de los procesos verbales, y sabiendo yo muy bien que lo sucedido no era un modo ninguno lo que se consignaba en tales procesos verbales».

Aun cuando Solovioff hubiera firmado como tantos otros, no faltaron algunas excepciones. He aquí lo que el Dr. Charles Richet escribía a Solovioff el día 12 de marzo de 1893: «Conocí a Mme. Blavatsky en París, en 1884, por intermedio de Mme. de Barran… Cuando lo vi a Ud., me dijo Ud. lo siguiente: `Reserve su juicio, ella me ha mostrado cosas que me parecen sorprendentes, mi opinión aún no se ha formado decididamente, pero creo que es una mujer extraordinaria, dotada de propiedades excepcionales. Espere y le proporcionaré las más amplias explicaciones’. Yo esperé, y sus explicaciones fueron bastante conformes a lo que había supuesto desde un principio, a saber: que era sin duda una embaucadora, muy inteligente, en verdad, pero cuya buena fe era dudosa. Sobrevinieron entonces las discusiones publicadas por la Sociedad Inglesa de Investigaciones Psíquicas, y ya no es posible duda ninguna. Esta historia me parece muy simple. Era hábil, diestra, hacía prestidigitaciones ingeniosas, y en un primer momento nos desconcertó a todos. Pero desafío a que se presente una línea mía, impresa o manuscrita, que testimonie algo más que una duda inmensa o una reserva prudente. A decir verdad, jamás creí seriamente en su poder, porque, en asuntos de experiencias, la sola verdadera comprobación que yo podría admitir, ella jamás me ha presentado algo demostrativo». Hubiera sido deseable que el Dr. Richet continuara dando siempre pruebas similares de prudencia y de perspicacia como en dicha época, pero también él, más adelante, habría de firmar procesos verbales de fenómenos mediúmnicos que valían cuanto los de Mme. Blavatsky, y de «materializaciones» comparables bajo cualquier aspecto a las de John King y a los «Mahatmas en muselina» de Babula.

Los informes de Solovioff, que confirmaban el informe de Hodgson, provocaron la renuncia de Mme. de Morsier, de Jules Baissac y de otros miembros, los más expectables de la rama parisiense Isis, que fuera organizada en el año 1884 bajo la presidencia de un ex miembro de la Comuna, Louis Dramard, amigo íntimo de Benoit Malon y colaborador del mismo en la Revue Socialiste, de modo que dicha rama no demoró mucho en verse obligada a disolverse, atribuyendo Dramard dicho resultado a las actividades de los «clericales». Poco tiempo después se formó otra rama para suplir a la de Isis, por obra de Arthur Arnould, también ex miembro de la Comuna (al igual que Edmond Bailly, editor de las publicaciones teosofistas), rama que recibió el nombre distintivo de Hermes. Entre sus miembros estuvo, ante todo, el Dr. Gérard Encausse (Papus), quien fungía de secretario, y varios ocultistas de su escuela. Mas, en el año 1890, a raíz de un diferendo cuyas causas jamás fueron completamente dilucidadas, Papus y sus seguidores renunciaron o fueron expulsados. Papus pretendió luego que, cuando ya había presentado su dimisión, se enteró de hechos singularmente graves que lo habrían determinado a pedir su expulsión. Como quiera que fuera, ese asunto provocó a su vez la disolución de la Hermes, decidida el 8 de septiembre de 1890, y casi en seguida se efectuó otra reorganización. La nueva rama se llamó Le Lotus, y fué presidida también por Arthur Arnould, «Bajo la alta dirección de Mme. Blavatsky», pero a su vez debería ser transformada, en 1892, en la «Logia Ananta». Después de esto los teosofistas acusaron repetidas veces a los ocultistas franceses de «hacer magia negra»; sus adversarios les replicaron reprochándoles su «orgullo» y su «embriaguez mental». Por lo demás, querellas de esta índole distan mucho de ser infrecuentes entre las diversas escuelas a las que se podría denominar «neoespiritualistas», y casi siempre tienen una violencia y una aspereza inauditas. Como lo hicimos notar poco antes, todas estas personas que predican la «fraternidad universal» harían bien comenzando por dar pruebas de sentimientos un poco más «fraternales» en las relaciones que mantienen entre ellos mismos.

En lo que hace especialmente a la acusación de «magia negra», es el elemento que los teosofistas emplean más habitualmente, y lo lanzan casi indistintamente contra todos aquellos a los que consideran enemigos o rivales. Ya vimos cómo se formulaba esa acusación contra los miembros de la «Orden del Rocío y de la Luz», y ya lo hemos de hallar otra vez en un caso más alejado: en una disputa entre teosofistas. Por lo demás, la misma Mme. Blavatsky fué la primera en dar el ejemplo para actitudes de esa índole, pues en sus obras alude frecuentemente a los «magos negros», a los que denomina también Dougpas y «Hermanos de la Sombra», oponiéndolos a los «Adeptos» de la «Gran Logia Blanca». En realidad, los Dougpas son en el Tibet los Lamas Rojos, es decir: los Lamas del rito primitivo, anterior a la reforma de Tsongkhapa; los Lamas Amarillos, los del rito reformado, son denominados Gelougpas, no habiendo entre ellos antagonismo ninguno. Es dable preguntarse, entonces, por qué Mme. Blavatsky profesaba tal rencor a los Dougpas. Quizás había fracasado en alguna tentativa por entrar en relaciones con ellos, sintiendo desde entonces una profunda decepción y consiguiente animosidad; ésta es, sin que nada podamos afirmar de una manera absoluta, la explicación más verosímil, y también la más conforme al carácter colérico y vindicativo que hasta sus mejores amigos han debido reconocer en la fundadora de la Sociedad Teosófica.

LAS FUENTES DE LAS OBRAS DE Mme. BLAVATSKY

Una vez conocidos suficientemente el carácter y la vida de Mme. Blavatsky, podremos hablar un poco acerca de sus obras. Si no se deben a revelaciones de ningún «Mahatma» auténtico, ¿de dónde proceden los conocimientos bastante variados de que dan prueba? Esos conocimientos habían sido adquiridos por ella, de un modo natural, en el curso de sus numerosos viajes, así como también mediante lecturas, aunque hechas sin método y bastante mal asimiladas. El mismo Sinnett ha dicho de ella que poseía: «…una cultura vasta, aunque un poco salvaje». Se narra que durante sus primeras peregrinaciones por el Levante en compañía de Metamon, estuvo en algunos monasterios del Monte Athos, y que descubrió en sus bibliotecas, entre otras cosas, la teoría alejandrina del Logos. Durante su estada en Nueva York leyó las obras de Jacob Boehme, que sin duda fueron casi todo lo que llegó a saber referente a teosofía auténtica, y también las de Eliphas Lévi, a las que tan frecuentemente cita; probablemente leyó también la Kabbala Denudata de Knorr de Rosenroth, y varios otros tratados sobre Kábala y Hermetismo. En las cartas que Olcott dirigía durante esa época a Stainton Moses se mencionan algunas obras de carácter bastante variado, por ejemplo, leemos esto: «Remito a Ud., para una interesante compilación de hechos mágicos, a los trabajos de (Gougenot) de Mousseaux, quien, aun siendo un católico ciego y creyente implícito del diabolismo, ha recogido una multitud de hechos preciosos, que el espíritu esclarecido y emancipado de Ud. estimará en su valor. También encontrará beneficioso leer los trabajos sobre las sectas orientales y las órdenes sacerdotales; hay algunas particularidades interesantes en Modern Egyptians de Lane». En otra carta siguiente a la anterior, además de mencionarse L’Etoile Flamboyante y la Magia Adamica, de las que ya hemos hablado, se trata acerca de un escrito hermético anónimo titulado The Key to the conceiled Things since the beginning of the World (La llave para las Cosas Ocultas desde el Comienzo del Mundo). En otra carta más recomienda Olcott a su corresponsal la lectura de la obra Spiritisme dans le Monde (El Espiritismo en el Mundo) de Jacolliot, y otros libros del mismo autor acerca de la India, libros que, por lo demás, no contienen absolutamente nada serio. Sin duda, todas estas lecturas eran las que el mismo Olcott hacía por ese entonces con Mme, Blavatsky, y de las que decía en esa misma carta escrita en el año 1876: «Espere a que nosotros tengamos tiempo de concluir su libro, y entonces hallará al ocultismo tratado en buen inglés; muchos misterios de Fludd y de Filaletes, de Paracelso y de Agripa, están interpretados de manera que cualquiera que lo desee puede leerlos».

Así pues, según estas frases, Olcott y otros más colaboraban en la redacción de lsis Develada, del mismo modo que, más adelante, Subba Rao y otros colaborarían en la redacción de la Doctrina Secreta. He ahí una muy simple explicación de las diversidades estilísticas que se notan en estas obras, y que los teosofistas atribuyen a la diversidad de «Maestros» que dictaban los pasajes. A este propósito se ha dicho que a veces Mme. Blavatsky hallaba al despertarse veinte o treinta páginas de una escritura diferente de la suya, páginas que eran la continuación de lo que había escrito en la víspera. No discutiremos este hecho en sí mismo, pues es perfectamente posible que en estado de sonambulismo haya escrito realmente durante la noche lo que hallaba a la mañana; los casos de esta índole son lo suficientemente comunes como para que no haya lugar a maravillarse. Y haremos notar que el sonambulismo natural y la mediumnidad frecuentemente marchan aunados, y hemos explicado precedentemente que los fraudes debidamente comprobados de Mme. Blavatsky no obligaban a negarle toda facultad mediúmnica. Así pues, podemos admitir que desempeñó a veces el papel de «médium escribiente»; mas, como sucede muy frecuentemente en tales circunstancias, lo que ella escribía entonces no era más que el reflejo de sus propios pensamientos y de los de aquellos que la rodeaban.

En lo que respecta a la procedencia de los libros utilizados por Mme. Blavatsky en Nueva York, algunos de los cuales podían ser muy raros y difíciles de hallar, sabemos por Mme. Emma Hardinge Britten, ex miembro de la primera Sociedad Teosófica y miembro también de la H. B. of L., que: «Con el dinero de la Sociedad, Mme. Blavatsky compró y guardó, en su calidad de bibliotecaria, muchos libros raros cuyo contenido apareció en Isis Develada». Además, vimos anteriormente que heredó la biblioteca del barón de Palmes, la que contenía especialmente manuscritos que fueron utilizados de un modo similar, como lo expuso el doctor Cowes, y que junto con las cartas del Swami Dayanando Saraswati tuvieron el honor de ser transformados ulteriormente en comunicaciones de «Mahatmas». Finalmente, también pudo hallar fuente en los papeles de Felt y en los libros utilizados por éste para preparar sus conferencias sobre la magia y la «Kábala Egipcia», elementos que le dejó cuando desapareció; es a Felt a quien parece deberse la primera idea de la teoría de los «elementales», y que atribuyó gratuitamente a los antiguos egipcios.

En cuanto a las doctrinas propiamente orientales, Mme. Blavatsky tan sólo supo del Brahmanismo e incluso del Budismo lo que cualquiera persona puede saber, y no lo comprendió mucho, como lo prueban las teorías que les aplica y también los contrasentidos que comete a cada instante en el empleo de términos sánscritos. Además, Leadbeater ha reconocido formalmente que: «…ella ignoraba el sánscrito», y que: «…el árabe parece ser la única lengua oriental que haya conocido» — sin duda la había aprendido durante su permanencia en Egipto —, y a esta ignorancia del sánscrito atribuye la mayoría de las dificultades de la terminología teosófica, dificultades tan notables que determinaron a Mme. Besant a substituir por equivalentes en idioma inglés la mayoría de los términos de origen oriental. Estos eran tomados muy frecuentemente en un sentido que jamás tuvieron en realidad de verdad. Vimos ya un ejemplo a propósito de la palabra «Mahatma», la que fué substituida por «Adepto», y hallaremos otro en la expresión «karma» que, a pesar de todo, fué conservada. Algunas veces Mme. Blavatsky forjaba palabras que no pueden existir en sánscrito bajo la forma que ella les da, como «Gohat»; que parece ser una corruptela de «Mahat»; en otras oportunidades, con elementos tomados de lenguas orientales diversas fabricaba sus expresiones, y así se hallan algunas compuestas mitad de sánscrito y mitad de tibetano o mogólico, como «devachan» en lugar del sánscrito «deva-loka», y también «Dhyan-Chohan» por «Dhyani-Bouddha». Además, y hablando de un modo general, esos términos orientales, empleados algo errónea y atravesadamente, casi siempre nos sirven más que para disfrazar conceptos puramente occidentales; en lo que hace al fondo de la cuestión, sirven para desempeñar un papel análogo al de los «fenómenos»; es decir, para atraer una clientela que se deja impresionar y captar fácilmente mediante las apariencias, y por ello los teosofistas jamás podrán renunciar completamente a esos recursos tanto locutivos como de hechos. En efecto, hay muchas personas que son seducidas por lo exótico, incluso por el de calidad más mediocre, y que son perfectamente incapaces de verificar el valor de ese exotismo. Un «snobismo» de esta especie no es factor extraño al éxito del teosofismo en ciertos medios.

Diremos una palabra más en lo que concierne especialmente al origen de los textos tibetanos calificados de muy secretos, y que Mme. Blavatsky citó en sus obras, de un modo especial las Estancias de Dzyan, incorporadas a la Doctrina Secreta, y la Voz del Silencio. Estos textos contienen muchos pasajes que han sido manifiestamente «interpolados» o incluso inventados en todas sus partes, y otros que han sido por lo menos «arreglados» para conformarlos a las ideas teosofistas; en cuanto a sus partes auténticas, simplemente fueron tomadas de una traducción de fragmentos del Kandjur y del Tandjur, publicada en el año 1836, en el volumen XX de la obra Asiatic Researchs — Calcuta —, por Alexandre Csoma de Köros. Este señor, de origen húngaro y que se hacía llamar Scander-Beg, era una persona original que había viajado durante mucho tiempo por el Asia Central a fin de descubrir, mediante la comparación de los idiomas, la tribu de la que procediera su nación.

Del amalgama de todos esos elementos heterogéneos que hemos indicado, procedieron las grandes obras de Mme. Blavatsky: Isis Develada y Doctrina Secreta, obras que fueron lo que debían ser consiguientemente a tales condiciones de origen, o sea: compilaciones indigestas y sin orden, verdaderos caos en los que algunos documentos interesantes se encuentran como ahogados en medio de un cúmulo de aserciones sin valor alguno. Sin duda, sería perder tiempo procurar buscar allí dentro lo que puede ser hallado mucho más fácilmente en otros sitios. Además, abundan los errores y las contradicciones, de modo tal que las opiniones más opuestas pueden hallar en esa obra su justificación. Por ejemplo: se dice sucesivamente que hay Dios y luego que no lo hay; que el «Nirvana» es aniquilación y luego que es todo lo contrario; que la metempsicosis es un hecho y después que es una ficción; que el vegetarianismo es indispensable para el «desarrollo psíquico» y más adelante que es simplemente útil, y así por lo demás. Pero todo esto se comprende sin hacer gran esfuerzo, pues, aparte de que las ideas de Mme. Blavatsky variaban en gran medida, escribía también con una rapidez prodigiosa, sin referirse ni verificar jamás las fuentes ni, probablemente, a lo que antes había ya escrito. Sin embargo, esta obra tan defectuosa es la que ha constituído siempre el fondo de la enseñanza teosofista, y a pesar de las correcciones que se le han hecho bajo el pretexto de «interpretación», goza siempre en la Sociedad de una autoridad incontestada, y si no contiene la doctrina íntegra, completa, por lo menos contiene los principios fundamentales, en tanto cuanto sea posible hablar de doctrina y de principios cuando se está frente a un conjunto tan incoherente.

Cuando hablamos de autoridad incontestada, la aplicamos sobre todo a la obra Doctrina Secreta, pues no parece deberse otro tanto a la obra Isis Develada. Así, por ejemplo, al determinar Leadbeater una especie de «plan de estudios» para el teosofismo, recomienda vivamente la primera de estas dos obras, a la que llama «El libro mejor entre todos», pero ni siquiera menciona a la segunda. Indicaremos aquí una de las razones principales de esa reserva, que se explica fácilmente: es la comparación de estas dos obras lo que hace resaltar de un modo muy especial las variaciones y contradicciones que señalamos poco antes. Entre otras cosas, escribió Mme. Blavatsky en Isis Develada: «La reencarnación, es decir, la aparición de un mismo individuo, o más bien de su mónada astral, dos veces en un mismo planeta, no es una regla en la naturaleza; es una excepción, como el fenómeno teratológico de un niño con dos cabezas. Es precedida por una violación de las leyes armónicas de la naturaleza y no sucede sino cuando esta última, procurando restablecer su equilibrio quebrado, rechaza violentamente a la vida terrestre a la mónada astral tomada del círculo de necesidad por crimen o por accidente». Es fácil reconocer en ese pasaje la influencia de la H. B. of L. Efectivamente: la enseñanza de esta Hermandad, aun cuando sea absolutamente «antireencarnacionista» en tesis general, admite sin embargo, bien erróneamente, algunos casos excepcionales, y exactamente tres: el de los niños que nacen muertos o mueren de poca edad, el de los idiotas de nacimiento y, finalmente, el de las encarnaciones «mesiánicas» voluntarias, que se producirían aproximadamente cada seiscientos años (al final de cada uno de los ciclos llamados Naros por los caldeos), pero sin que el mismo espíritu se encarne nunca más de una vez, y sin que haya consecutivamente dos encarnaciones similares en una misma raza. Los dos primeros de estos tres casos son los que Mme. Blavatsky ha podido comparar a «fenómenos teratológicos». Más adelante, cuando el teosofismo se tornó «reencarnacionista», estos dos mismos casos continuaron siendo casos de excepción, pero en el sentido de que se admite la posibilidad de una reencarnación inmediata, mientras que para los casos normales se suponía entonces, como ya lo dijimos, un intervalo de mil quinientos años. Por otra parte, Mme. Blavatsky dió en afirmar que: «…los que no han comprendido son los que acusan al autor de Isis Develada de haber hablado contra la reencarnación; cuando se escribió esa obra no había ninguno, entre los espíritus ingleses y norteamericanos, que creyera en la reencarnación, y lo que se dijo sobre este tema fué destinado a los espíritus franceses, cuya teoría es absurda y carece de filosofía… y que creen en una reencarnación inmediata y arbitraria». Sin embargo, fué a estos espíritus de la escuela de Allan Kardec, a la que perteneció anteriormente, a quienes Mme. Blavatsky pidió la idea de la reencarnación, aun cuando le hiciera algunas modificaciones o introdujera perfeccionamientos, si se quiere, para hacerla más «filosófica», cuando la retomó después de haberla abandonado temporariamente por estar bajo otras influencias. En cuanto al pasaje de Isis Develada que hemos citado, está muy claro y es de fácil comprensión: no se discute sobre las modalidades de la reencarnación, no se hace cuestión acerca de si es inmediata o si se difiere; es la reencarnación misma que, en la generalidad de los casos, se rechaza pura y simplemente. Una vez más se nota aquí, evidentemente, la mala fe de Mme. Blavatsky, y se comprueba que es ella la primera en sostener que se había comprendido mal su pensamiento cuando se descubrió en sus escritos alguna aserción molesta, o hasta alguna contradicción formal. Sus continuadores habrían de seguir ese ejemplo, empeñosamente, cada vez que fuera de su agrado introducir en la enseñanza teosofista algún cambio más o menos importante.

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