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La Patagonia, Chile, los mapuches y la Soberanía Argentina

Reafirmación de nuestra soberanía en la Patagonia – 1° de diciembre de 1878

PatagonioCartografia de la Patagonia.
Filadelfia, 1860.

Cuando algo que es de alguien cae en situación de abandono y desamparo, no es extraño que aparezca otro y proceda a la ocupación de lo abandonado con intención de ejercer en ello su soberanía. En situación más o menos parecida estuvo la Patagonia entre 1810 y 1878. Primero fue la fundación de un establecimiento penal que luego se transformó en factoría y estación carbonífera en el Estrecho de Magallanes; después la totalidad del estrecho mismo; y con el andar del tiempo las pretensiones se extendieron sobre toda la Patagonia.

En 1876 una barca francesa de mil toneladas, la Jeanne Amelie , se hallaba en el puerto Santa Cruz abocada a la labor de extracción de guano; llegó la corbeta chilena Magallanes y la tomó presa. La Jeanne Amelie tenía permiso consular argentino, pero lo mismo fue conducida al Estrecho, donde se perdió para siempre entre las restingas de Punta Dungeness. Inmediato intercambio de enérgicas y ásperas notas diplomáticas, que concluye con el desconocimiento categórico de la jurisdicción argentina sobre la Patagonia más allá de la margen derecha del río Santa Cruz. Y para demostrar que se hablaba en serio, en octubre de 1878, nuevamente la corbeta Magallanes capturó otro barco guanero, el norteamericano Devonshire, que también operaba con autorización del gobierno argentino, y lo llevó a Punta Arenas.

“Era necesario que la República Argentina hiciera de una vez por todas, acto ostensible de posesión de lo que era suyo. De su legítimo patrimonio, de aquello de que la querían despojar sin derecho ni razón, creyéndola débil y aniquilada por sus dolorosos desgarramientos internos, y por eso fueron los buques de la escuadrilla de ríos, a hacer flamear a lo largo de las costas orientales patagónicas nuestra inmaculada bandera, clavándola sus tripulantes en la cima de uno de los cerros más elevados del cañadón de Misioneros, sobre la margen derecha del río Santa Cruz”, expresa en 1928 el capitán de navío don Santiago J. Albarracín en su libro “Páginas de Ayer”.

Aquella escuadra destacada para tan honrosa como riesgosa misión, estaba compuesta por los buques construidos durante el gobierno de Sarmiento con destino a la defensa de los ríos de la cuenca del Plata. Pero el espíritu y el coraje argentino estuvieron siempre resueltos para la defensa de la soberanía nacional, sin reparar en la actualización o no de los medios con que contó en tal o cual casus belli. Qué hay que salir al mar con buques de río, ¡pues en adelante serán buques de mar! “.. no había más, ni tampoco hubiéramos podido adquirir otros… ¡y muy bien que nos sirvieron!”, dice Albarracín en la obra ya citada.

En la tarde del 8 de noviembre de 1878, la escuadra al mando del capitán de navío (comodoro) don Luis Py, salió de Buenos Aires poniendo proa al sur, con instrucciones de exigir el abandono del puerto Santa Cruz, aún por medio de las fuerzas en caso necesario. Componíanla el monitor Los Andes,la cañonera Uruguay, corbeta Cabo de Hornos, cúter Los Estados, y las bombarderas Constitución y República; estas dos últimas tenían cada una, por toda artillería un cañón Armstrong de avancarga, de once pulgadas, que disparaba en línea de quilla, esto es que había que apuntarlo orientando la proa del buque hacia el blanco; además sus condiciones marineras eran tan precarias que en la jerga marinera recibieron el mote de “roca de media marea” puesto que estaban más tiempo bajo el agua que en la superficie. Pero llegaron.

El 27 llegó la escuadra a Santa Cruz y, felizmente para nuestra historia, el trompa no recibió orden de tocar zafarrancho de combate. De inmediato se procedió a desembarcar todo lo que pertenecía al Regimiento de Artillería de Plaza, con una fuerza de cien hombres entre clases y tropa, al mando del mayor don Félix Adalid. Al pie del gran cerro del Cañadón de Misioneros quedó establecido el cuartel, y en la cumbre se erigió un mástil con un tronco de palmera. El 30 todo quedó listo para la ocupación de la margen sur del río Santa Cruz.

Sigamos a Albarracín:

“En consecuencia, el 1º de Diciembre desembarcó el destacamento de artillería con sus jefes y en correcta formación, con sus armas, acompañándolo algunos jefes y oficiales de marina, y ascendiendo al cerro, se enarboló nuestra bandera; como , debido a los chubascos, se tropezara con algunas dificultades, el teniente don Carlos Becar trepó al tronco de la palmera –que había sido enterrado bien hondo asegurándolo con piedras- y con un pesado martillo y buenos clavos se fijó el pabellón en el sólido tronco, rindiéndose los honores al izado con toda sencillez».

“En ese solemne momento eran las 5 p.m. y quedaba aquel territorio ocupado definitivamente por los argentinos, sus legítimos herederos de la madre patria. No se dispararon cañonazos ni tampoco se hizo ninguna fiesta especial; nos limitamos a establecer de una vez por todas la soberanía argentina en el río Santa Cruz y en su territorio”.

La escuadra permaneció allí de estación hasta el 13 de marzo de 1879, fecha en que zarpó rumbo a Patagones para cooperar en la campaña del desierto que a fines de abril había resuelto emprender el general Roca para la ocupación de la línea de fronteras con el indio dada por los ríos Negro y Neuquén.

Roca y los mapuches chilenos

La absurda e interesada campaña en contra del general Roca no hace más que tergiversar los hechos para instalar otro discurso fruto de la intolerancia.

Una mirada al mapa antiguo que reproducimos en esta página, confeccionado en 1860 por un conocido cartógrafo de Filadelfia, permite observar que, para los Estados Unidos de América, la Confederación Argentina no comprendía a la Patagonia, pues fijaba claramente el límite meridional de nuestro país en el Río Negro. Más al Sur, comprendido el territorio de la Tierra del Fuego, se lee «Patagonia» y, en tipografía menor, las palabras «New Chili», Nuevo Chile. Evidentemente, no consideraba que la extensa región en cuestión -que comprendería las actuales provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego- fuera una superficie «sin dueño» en aquella época.

El histórico documento cartográfico al que hacemos referencia coexiste con otros de similar tenor. Pone de relieve, una vez más, que la Campaña del Desierto no fue una cruzada contra el indio, sino una maniobra militar tendiente a excluir a Chile de la Patagonia, barriendo cualquier aspiración de apropiación por parte del país hermano respecto de tan extenso como valioso territorio. De hecho, el ejército que comandara el general Roca tenía por objeto derrotar a las tribus de origen chileno, instrumento de empresarios trasandinos que compraban los productos de sus saqueos.

La etnografía da cuenta de diversas tribus originarias de la Patagonia argentina. Ninguna de ellas bajo el nombre de «mapuche». Los mapuches a los que derrotó Roca no eran «pueblos originarios» de la Patagonia, sino «invasores»: eran araucanos que provenían de Chile y que habían aniquilado a los verdaderos pueblos originarios, los tehuelches.

Recordemos, además, que Roca negoció la paz con la mayoría de las tribus, lejos de exterminarlas y que, fruto de su astucia, logró posteriormente de manera incruenta el reconocimiento chileno de nuestra soberanía en el Sur.

Su acción permitió que nuestro país extendiera el territorio nacional, desplazando el límite que fijaba el Río Negro. De resultas de esta nueva ocupación, la Argentina también pudo reclamar territorio antártico e insular en el Atlántico Sur.

La valiosa gesta geopolítica de Roca se completó con la visión del Perito Moreno, héroe civil y prohombre muchas veces olvidado, cuya argumentación a favor de tomar la «línea divisoria de aguas» en lugar de «las altas cumbres que dividen aguas» evitó que perdiéramos los lagos, la precordillera y la Cordillera al sur del lago Gutiérrez, hoy lindante con Bariloche.

La Campaña del Desierto se enmarca en el proceso de conformación del Estado nacional y de delimitación de nuestro territorio, que posibilitó el desarrollo de la región.

La absurda e interesada militancia en contra de Roca no hace más que tergiversar los hechos para instalar un discurso fruto de la ignorancia y la intolerancia. El lago Nahuel Huapi, por caso, o los yacimientos de YPF en la Patagonia no serían hoy argentinos, incluidos el de Vaca Muerta. Y el general Enrique Mosconi no hubiera contado con los recursos naturales que potenciaron el progreso económico de la Nación.

Fuentes:

– Albarracín, Cap. de navío Santiago J. – Páginas de Ayer, Buenos Aires (1928).
– Almeida, Juan Lucio – La Armada en los mares patagónicos – Todo es Historia, Año I, Nº 7, (1967).
– Antook – Patagonia Argentina (2007).
– Oscar A. Turone – www.revisionistas.com.ar
– L.Castagnino – www.lagazeta.com.ar

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