Inspirado por la Diosa Serpiente, y los escritos de Nimrod de Rosario.
Por Christian C.
En una prueba iniciática de antiguos cultos ofídicos, el adepto permanecía desnudo con los ojos vendados, en tanto se escuchaba la melodía extraña y mística de una flauta, que producía como una remembranza de un origen lejano y perdido…
Luego de serle quitada la venda, contemplaba la danza de unas sacerdotisas, cubiertas en seda rojo transparente, que con secretos mudras ofídicos de la danza, sugerían e inducían al recuerdo de antiguos misterios ya olvidados.
Al mismo tiempo, esa danza serpentina, no solamente despertaba la pasión más intensa del adepto, sino que debido a la utilización de mudras y movimientos serpentinos, se despertaba el fuego luciferino , movilizando su propio flujo energético/serpentino.
Seguidamente era invitado mediante señas a reptar dirigiéndose a un sarcófago, donde una de las sacerdotisas, despojándose de su envoltura , rojiza, como piel de serpiente mudada, la depositaba sobre su cuerpo, acelerando así la intensidad de las corrientes ofídicas.
Unas gotas de sangre menstrual le eran vertidas en sus labios (sangre lunar, y de condición infecunda, que de por si, esta «sangre negra», porta un signo de muerte).
Ya recostado dentro del sarcófago, era visitado por varias serpientes que recorrían su cuerpo, debiendo mantenerse inmóvil y expectante, a la vez que se recibía un poderoso influjo ofídico.
Esta combinación energética de pasión y terror que su estructura psico-física generaba (energías de los polos de vida y muerte),( y en combinación con el kalas menstrual de la mujer serpiente) producían una segregación vibracional alquímica que transmutaba al adepto.
Su pasión y luego terror transmutaban su corazón de carne, o emocional, en un corazón frío y helado. El mismo resultado que en los antiguos misterios de la Gorgona se producía cuando el iniciado recibía la mirada mortal del rostro serpentino.
Su aspecto emocional-anímico era resignado , tornándolo un «hombre de piedra».
Las serpientes continuaban recorriendo su cuerpo, y comenzaban a sisear, transmitiendo en la lengua de la Serpiente, los secretos de la muerte y más allá….
En un momento dado el adepto recibía una mordedura de una de ellas, que inoculaba en su sangre el despertar, trayendo así a su conciencia la gnosis oculta….
A continuación sobrevenían visiones místicas de serpientes, de todas clases y colores, algunas terrestres, otras acuáticas, y otras con alas…. Luego esta visión era seguida de otra, donde en vez de serpientes se veían ondas sinuosas de energía en movimiento, y la percepción de la realidad se abría, ya no percibiendo objetos sólidos, sino energía en movimiento.
El adepto contemplaba entonces como se aproximaba un gran agujero negro, que al acercarse era visto como las fauces de una gran cobra negra, que lo tragaba, introduciéndose dentro, como en un tunel sinuoso y espiralado.
Más seguidamente, se encontraba a si mismo como siendo llevado en ese tunel por un rio verde, que curiosamente era llevado a contra-corriente.
En su trayecto se continuaban percibiendo las más extrañas formas ofídicas, y por momentos parecía como estar dentro de una espiral, por momentos que el tunel se trataba de dos serpientes entrelazadas como un caduceo, y también a veces como una circularidad ofídica de Uroboros!
El aliento interno de aquella cobra reverberaba como un siseo, que le contaba historias de ancestrales civilizaciones ya desaparecidas, ritos prohibidos,y terribles secretos.
Y en medio de todo este místico viaje, su forma humana había desaparecido, siendo el mismo ahora una clase de lagarto o reptil que navegaba en aquel verde río ofídico.
Así llegaba a la fuente del río, desde donde emergía, y se contemplaba nuevamente. Era acaso un hombre nuevamente? O un lagarto?, o quizá un hombre lagarto….?
Desde esa fuente del río, y a su orilla, se erguía un inmenso y majestuoso árbol, que daba la impresión de ser, según como se lo observase, un fresno, un manzano, o un roble. Enroscado en el tronco de ese árbol, y hacia sus raíces, se hallaba una gigantesca cobra negra, que siseaba mirando hacia el recién llegado…
Acercándose el iniciado, la serpiente erguía su cabeza siseando más, y fulgurando su mirada con un brillo que por momentos parecía rojo, y por momentos verde… Entonces ya junto a ella, la serpiente acercaba su cabeza hacia el iniciado, y este la veía como más acorde a su medida. Allí la serpiente susurraba entonces en su oído el secreto primordial.
Se han abierto ahora los misterios de la vida y de la muerte para aquel adepto ofídico, que es ahora un hijo de la serpiente, un hijo de la muerte, un Kaput Niger.