Dice la Biblia que Pablo, gran perseguidor de cristianos, camino a la ciudad de Damasco tuvo las siguientes experiencias: lo rodeó una luz, cayó en tierra y oyó una voz que le hizo preguntas y le dió órdenes. Pablo se levantó del suelo y aunque tenía los ojos abiertos no podía ver nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en la ciudad. Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber. Al tercer día recuperó la visión, tomó alimentos y recobró sus fuerzas.
Veamos que dice el investigador de la Universidad de Harvard, Jonathan Ott, en su monumental obra Pharmacotheon, así como renombrados investigadores (Gordon Wasson, Richard Schultes y Clark Heinrich) sobre los síntomas producidos por la ingestión del amanita muscaria:
Delirios místicos, percepción de luces blancas brillantes, gran debilidad muscular con peligro de caídas, alucinaciones auditivas (oyen voces extrañas), dificultades en la visión durante dos o tres días, ausencia de hambre y sed.
¡Qué parecidos a los síntomas de San Pablo! ¡Cuántas casualidades!